Tenemos, debemos diferenciarnos aquellos que hemos practicado el periodismo con responsabilidad intelectual y empatía, y somos miles en toda Argentina, de aquellos que, por lo exacerbado de la notoriedad olvidaron valores, trabajando para sí mismos y su enriquecimiento.
¿Se trata de todos los que ves o escuchas en los grandes Medios?
No.
Pero con un puñado sobra para daños irremediables. El mejor valor que puedo otorgarle a un Gobierno es la crítica de construcción, y no la complacencia. El periodismo es crítico, o no es nada.
Lo contrario sucedió siempre, se agravó en las últimas décadas, hasta hoy. El «Pan y circo», la propaganda, nos llega desde Mussolini y antes también. Se haya llamado aquí 678 o tenga actualmente otros nombres. Y empeora en las redes, aprovechando más de una vez la interpretación multiplicada de la complicidad y la ignorancia. Cuando no, de los intereses Trolls empoderados. Se deben analizar resultados de gestión, no exclamaciones verborrágicas.
La integridad periodística exige trabajar con el cuerpo alejado de ciertas simpatías, centrándonos en hechos inquebrantables.
Hoy, para hacerle bien a la profesión, bastaría con alejarnos de la violencia que nos acecha, nos rodea, nos torea y ladra, evitando mezclarnos con una decadencia peor. Y regresar a la tranquilidad profesional y contestataria de la capacitación y la práctica permanentes.
No es la violencia verbal o física la que enaltece la práctica profesional, ni la distorsión de doble lectura, sino la verdad más aproximada.
Que tengan un gran día, los Colegas que viven en paz consigo mismos.
Yayo H.