La grieta, o el terraplén. Por Yayo Hourmilougue.

La grieta está ahí nomás, delante tuyo, raja la tierra horizontalmente de punta a punta. De madrugada y atardecer se empareja con la linea del cielo. No tiene tanto de ancho, apenas un centenar de metros. En cambio es extensa hacia cada costado. Claro, no deja de ser mortalmente peligrosa. Al vacío desesperante que nada perdona han caído personas preparadas, muy inteligentes, y otras sin estudio y posiblemente con poca experiencia. Fanáticos civilizados, civilizados crédulos. Embanderados, y escépticos eternos. Personas maduras, jóvenes audaces. Periodistas inconclusos. Gentes Intolerantes. Confiados. Casi parecidos a machistas y feministas. Casi parecidos al blanco o al negro. Y creían confundidos que por la existencia de ese tajo fenomenalmente terráqueo, podían morir o matar. Bueno, ahora están muertos.
Yacen en un fondo donde la vista no llega de tanta negrura y niebla, furibundos personajes que no lograron ser lo que se propusieron y creen que quienes permanecemos sobre el puente somos culpables. Nos lo han dicho también ambiciosos que ocultan privilegios. Hay, en cada extremo y al parecer instalados en la comodidad del quehacer cotidiano, dicen, lúmpenes que jamás participaron de política alguna, sin que les importe el resto, y ricos extremos que se enriquecieron más sin que casualmente, les importara el resto.
Se ven desde el borde miles de esqueletos. Los buitres vuelan, se juegan, entran por la ancha grieta con plumaje brilloso y salen repletos y pesados. Las águilas no, tampoco se han visto colibríes zumbando hacia ese zanjón, que algunos dicen, es una caída infinita. Claro debajo no hay zumo de flores, ni vegetación, tampoco hay ceibos ni otro tipo de árboles. Solo los carroñeros se animan a tanto. Y sí, nos avergüenzan nuestros cóndores.
La grieta apareció según la historia argenta entre unitarios y federales, y si bien nunca se resolvió taparla, hubo puentes fortalecidos que permitieron mejores vivencias y grandes añoranzas, de forma que uno circulaba sobre ella hacia un lado u otro y podía regresar, no porque fuera un traidor, no, sino porque era libre de razonar cada etapa y se esforzaba en su trabajo. También cuentan que había trabajo y más equidad.
Ya no hay puentes sobre la grieta, solo quedan dos pequeños esbozos oxidados, remendados en madera blanda que tienen dos letras imposibles de discernir, un tembladeral riesgoso, que están marcados con una M y una C. Han caído al fondo dos importantes trazados sobre el aire con las letras P y R., y otros puentes menores que ya no existen.
Por estos años, la gente se queda de un lado o del otro. Y desde cada lado se insultan, no se soportan, se intoleran. La grieta y su profundidad no son culpables, no, desde ya que no, son un accidente natural y necesario en la inexplicable geología terrestre de la conducta humana, casi casi, como “el abismo de Nietzsche”, peor aún, el abismo si eras inteligente te permitía verte por dentro, esta grieta te lo impide.
De un lado y otro hay tipos que hablan de trabajo y creeme, nunca trabajaron, tampoco estudiaron. De un lado y otro hay tipos que niegan la explotación y el robo y creeme, robaron y explotaron.
En mi cobardía, juro que no me animé a cruzarla cuando tuve que decidirme. Estoy parado sobre el puente. Sobre ella. No me he quedado ni de un lado ni del otro. Muchos me han asistido, para ver si al menos podemos hacer un terraplén ahí mismo, debajo del enclenque puente, que tampoco va a soportar el peso de tantos y por tanto tiempo.
Hay que comenzar con un terraplén para evitar caer dentro. Y es mucho trabajo, de años, pensamos y pensamos y no tenemos con qué. Porque además, quienes mandan no nos facilitan cada elemento y vemos eso sí, que gastan en temas prescindibles.
Llegan hasta ahí los peores fanáticos a empujarnos o movernos el puente, porque aseguran a los gritos y con banderas y carteles que si no salimos del puente nos harán caer, nos gritan de uno y otro lado. Nos agachamos cuando se tiran de un lado al otro con lo que tienen, piedras, disparos, sí, y creeme, de un lado y del otro está la justicia, y también cada funcionario, el orden que debería ser, pero los hemos visto, te juro, alzando piedras y arrojándoselas.
Nosotros insistimos cuando podemos que sin el terraplén no podrán cruzar de un lado al otro a cada chico, ni al trabajo, ni a la educación, ni la industria, ni la honestidad, ni cada jubilado resignado y temeroso, muerto en breve, impotente y deprimido aunque no caiga por la grieta y ni siquiera llegue al puente. Y es que nosotros ahí bamboleándonos, sabemos que sino cruzamos mínimamente algunas de esas cosas, estamos perdidos. Caeremos inexorablemente. Y quienes queden de uno y otro lado, ya no tendrán como cruzar. Será la guerra innecesaria.
Hemos sufrido algunas bajas, compensadas por gente de un lado y otro que a veces se trepa al puente. No sé cuánto vamos a aguantar.
Tratamos de explicar que se respeta lo que piensen, claro, pero que ayuden con el terraplén si en definitiva, queremos cerrar esa grieta y pasar a tierra firme, así no cae esa añosa construcción inútil, como para evitar que muera o sufra más gente.
Con el terraplén, podremos aunque tengamos diferencias, caminar por todo el terreno, y construir lo que nos falta. Desde una simple pala, decimos, hasta la más progresiva tecnología, no entienden de estas diferencias, no son humanas aunque dependan de nuestras manos.
Seguimos por ahora mirando las aves de carroña, y soportamos los empujones que nos hacen temblar. Y no nos animamos a odiar, porque seguro que si aprendiéramos a odiar, jamás podríamos tapar esta gran grieta.
No, no podemos odiar.
YH
Compartí el contenido:

Autor entrada: La 5 Pata

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.