El Precio del Poder

Aquí y en el mundo. Uno cree que la felicidad es una cuestión de construcción, de esmero, de crecimiento, de conocimiento, de tiempo. Pero se equivoca. Mientras más tiempo pasa, uno se vuelve más dócil, no más feliz. Dócil no es lo mismo que doblegado, pero es la antítesis de rebeldía. Y mientras más conocimiento se acumula, mas escepticismo carga, lo que es similar a una manera de temer. El conocimiento revela la verdad de las cosas o se aproxima a ellas y al ser conscientes de lo que muchos no, esa conciencia te hace infeliz. El conocimiento que no miente, también te hace infeliz. Conocimiento y conciencia no son la misma cosa, pero comparten cada gen, y se juntan, y detonan ¿Cuál es la contradicción? Que únicamente podes modificar las cosas con el conocimiento de la infelicidad consciente, pero de a una. No podes modificar dos cosas a la vez, no todas juntas. Es como renunciar a cierta felicidad para buscar el cambio.

Hay funcionarios que fueron buenos tipos ¿Dejaron de serlo por ser funcionarios? Si, muy a pesar de ellos. Porque aceptaron un rol en un poder que empuja (No el del conocimiento, sino el de las causas efímeramente perdidas y temporales, esas que la historia olvida o condena y que se parecen al conocimiento), todo poder exige y arrastra, se lo acepta o se lo deshecha, y empuja tanto que obliga a roles que antes no imaginaron ¿Serán iguales con sus hijos en sus casas? No, porque lo que más se ama es una de las razones, sino la única, de aceptar  jugar duro; por amor a los suyos han emprendido el camino de los grandes costos colectivos. Pero con los años, será difícil explicarles qué es el poder, y en qué se convierte cada uno a partir de desparramar cariño hacia una intimidad que contradice las cargas públicas, por blindar los lazos más mediatos protegiendo a quien mas se quiere de lo que uno mismo es, o representa. Es un camino sin retorno.

La pregunta más dura; ¿Son culpables? No, porque hemos permitido un país que habilita esto; En definitiva, son responsables de gestionar, los culpables somos todos. Culpables de elegir, de permitir, de no exigir, de no controlar, de callar.

Al final quienes deciden por todos, aun equivocadamente, aquí y en el mundo, parecen los sacrificados, cuando las víctimas estamos del otro lado. En este punto, los mártires se confunden y después se desvanecen.

Somos la Quinta Pata.

YAYO HOURMILOUGUE

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Autor entrada: Editor

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