Un contrato implica una obligación. La primera obligación existe cuando obtengo mi identidad dentro de la sociedad. Digamos más que nada para obviar etapas (son muchas), que el segundo y fundamental paso, es votar.
Este hecho, fundamental y extrañamente asumido con la importancia que tiene, es una decisión vital, me involucra permanentemente, en Argentina, cada dos y cuatro años, y a veces más. Pero lo sustancial es que me impone condiciones para vivir. Me comprende dentro de la sociedad junto al resto. Si al analizar los resultados, compongo el 46% de los electores incluso fragmentadamente y no el 54%, debo respeto y me lo deben.
Si el 54% impone un poder que excede con el tiempo lo imaginado, y asume como forma de gobernabilidad métodos que superan en esa construcción aspectos del contrato social, desde el 46% inicial aunque se modifique y fluctúe, debo tomar y anteponer cada decisión, sin llegar a la destrucción del 54%, porque de ello dependerá la supervivencia de mi 46%, y del 100% en definitiva. Todos, somos El Contrato Social.
O sea, la destrucción, nunca deberá ser mi objetivo. Dentro de la política Conceptual y Pragmática el termino no debe existir, o mejor dicho, no puede ni debe ser aplicado en la intencionalidad.
Entonces, el Contrato Social, aun herido, tiene posibilidades porque lo estoy impulsando desde una responsabilidad social y política que le imprime vida a partir de la discusión.
El 54% puede decidir un enemigo, el término correcto sería adversario, e identificarlo durante meses o años como tal, porque forma parte de su mecanismo de hacer política gubernamental en este caso. O porque puede sobrarle razones de peso. Como 46%, o como parte de ese 46% puedo sentirme identificado o no, o directamente puedo asumir que no es una lucha mía, que no debo involúcrame porque no lo elegí, más aún, puedo juzgarlo como un efecto de distracción permanente, mediante la cual se impide proceder en ciertas etapas con lo que en verdad estoy esperando que se haga y no ocurre en el país.
La distractividad, es el mejor y más viejo invento social y mediático para evitar problemas políticos reales y de fondo.
Durante un tiempo, el enemigo pudo ser uno o más Medios, con razones sobradas o no. La lentitud de la Justicia, acompaña voluntaria o involuntariamente el proceso que el Poder construye contra cualquier Contrato Cívico. O el enemigo puede ser una empresa, con razones sobradas o no, o un posible opositor, con razones sobradas o no, ante la ausencia real de una Oposición Verdadera. Quien es enemigo una vez, lo será siempre. Reconocemos en esto entonces, estar ante un poder con características atípicas.
Recordemos que una oposición es tal, cuando ejerce una fuerza en contra capaz de conmover al esquema de poder vigente, de no ser así, es Nominal. De esta manera, la Política se transforma en lo que el poder decide, por arriba de cualquier Contrato Social, y lo que es peor, el orden está dado de modo tal, que nadie podría decir que es el Gobierno el que no lo cumple, porque las herramientas están construidas sobre una plataforma vertical que debe aceptarse desde el 54% aunque el Contrato indique otra cosa. El Poder ha conseguido que esas herramientas, escapen a la obviedad tanto como a la objeción. O lo impuso otro poder hace años, y los poderes actuales lo lubrican, lo perfeccionan. Hablamos de un Poder que no respeta disensos. Que llega a ser tal que se convence que no debe respetarlos, aquí sí, el fin justifica los medios.
El trasfondo no se modifica. Como 54% se necesita un enemigo permanente o rotativo para sostener lo construido, porque de eso depende la lealtad de los seguidores a partir de premisas falsas que, construidas en estos años, están enmarcadas en el supuesto de un país diferente y mejor. Y desde un activismo de política dura que no admite retrocesos, aunque no funde grandes cambios. De cualquier forma, hablamos aquí de estrategia, de método, no de otra cosa. Pero aquí también, debemos hacer un punto aparte.
Es real que como 54% y solo por citar algunos temas, se consiguió la Asignación Universal por hijo, La aprobación de Muerte Digna e Identidad de Género, y se nacionalizó YPF. El Poder asume como tales, logros que han sido de muchos, lo mismo que los DDHH. La diferencia es que otros gobiernos no lo hicieron, no que el Contrato Social no lo quiso.
En el caso de YPF, ya lo hemos analizado en comentarios anteriores, las divergencias están en el Cómo y no en el Porqué. Están además en las consecuencias de cómo seguir de ahora en adelante. Definitivamente Repsol ya está herida de muerte y nadie en el planeta saldrá a defenderla. En el porqué, casi todos estamos de acuerdo.
Sin embargo, en la mayoría de los casos mencionados recién, salvo YPF, hubo consenso por parte del resto de la oposición parlamentaria, y los logros después de ser proyectos fueron una creatividad de la oposición. YPF fue una decisión del Gobierno.
Pero se rompe el Contrato Social, cuando el esquema que moviliza el Poder desde el 54% no pasa solamente por analizar el país y sus necesidades, sino cuando antes mantiene una actitud electoral que le permite la permanencia, no la alternancia, ya que ese sería el Contrato Social más importante, a cualquier costo para proseguir en el Poder, con el pretexto que ha creado un Modelo de país, que nadie más podría lograr. Lo cierto es que la historia de las últimas décadas confirma esto, pésimos gobiernos. Pero no es menos cierto que también confirma que el Contrato Social actual, se suicida ante la corrupción y el amiguismo lo mismo que en el caso de Gobiernos anteriores ¿Que resulta similar entre aquellos gobierno que parecen superados por éste, y éste mismo Gobierno? La Corrupción.
Definitivamente, el Poder mientras más grande aun, no modifica ese síntoma porque de alguna y muchas maneras es el que le da sustento sin explicaciones ante la sociedad real, no la sub-sumida, la Cámpora por caso no nace per sí, sino que es creada desde arriba hacia abajo y horizontalmente, nace sin entidad propia, contaminada y sub-sumida. Es una extremidad de….carece de vida propia. Es desde ya, lo que el gobierno decide.
El Poder no habita una Casa de Gobierno, allí se centraliza, en verdad el Poder esta diversificado en el entorno que crea mediante lazos que antes pasan por la negociación y lo económico, para bajar después un discurso hegemónico al resto de la sociedad. Son Grupos.
Además de esto ¿Cuándo queda en evidencia el Contrato Social roto? Cuando ocurre una catástrofe como la de Once. O ante ciertas causas judiciales en tanto haya sentencias. Aun así, el Poder tendrá recursos para salvar la ropa y crear nuevas perspectivas distractivas confiando en la lentitud de la Justicia. Aquí es donde la Justicia no es, involuntaria o no, reitero, ajena a la política. Empresas privadas o públicas se transforman en amigos que multiplican dinero, y dineros que multiplican amigos. Llegado a este punto, no existe Contrato. Y deberán mantener un férreo equilibrio para que el resto del dinero contenga el Discurso, es decir, que alcance para el resto de la sociedad.
Así y todo, al ser parte del 46% de ese Contrato Actual, no debo permitirme ni permitir la destrucción del 54% desde mi crítica, y tampoco ocultarla, porque caería en el mismo juego que estoy criticando. Debo priorizar la vida política hasta las próximas elecciones, considerando que el 54% y el 46% son parecidos en unas cuantas cosas, y tan diferentes en otras.
Esta situación nos coloca frente a:
-Un Estado de gran voracidad, de inclinación dirigista, aun sin poder demostrar resultados de importancia en compromisos asumidos.
-La ruptura de un discurso totalizador social, reemplazado por un discurso parcial y enfocado al engranaje de mantenimiento y sostén, a sus Grupos, a sus militantes, a quienes hacia abajo habitan el sistema homologado sin participar salvo en las urnas y en movilizaciones pro activas numéricas. El MKT político multiplica el resto.
-Es más lo que el Gobierno visualiza para sí, que lo que ocurre en el país. Visión Personalista. El Discurso no podría contener y sostener los hechos, entonces cómo Discurso, se apodera de ellos, haciéndolos propios. Ejemplo, Tecnópolis y un derroche de publicidad y promoción, reales en más de un caso, pero más patética es la realidad del INTI con trabajadores, técnicos y científicos que no cobran y ya están en las calles.
-Una logística que se apoya completamente, sobre una clase media extenuada. No sobre la Clase Media Alta, en algunos casos socia directa o indirecta, salvo en etapas donde existen sectores que no terminan de ser afines al gobierno, pero que al mismo tiempo son proveedores ya que se trata de sectores de donde el gobierno más recauda.
-Cambio de las reglas, que es lo mismo que decir del Contrato, inadvertidamente, lo que nos coloca ante la imprevisibilidad y el cortoplacismo. Las necesidades coyunturales de un Gobierno no son las mismas que las de la sociedad.
-Un Periodismo dividido desde una estrategia inicial bien delimitada “Si no puedo contra el Periodismo que me es adverso, construyo el propio”. (Esto requiere una explicación aparte)**
-Poco más de 13 millones de salarios que dependen del Gobierno, ya no como Estado. El Gobierno crece asumiendo el rol principal mientras auto elimina el concepto de Estado por una razón simple; “Yo Gobierno, Yo Estado”. Se trata casi de un discurso que pretende transmitir protección de masas, lo que al mismo tiempo lo potencia apoderándose de todo rédito.
-Como 54% se decide mas allá de los posibles consensos coyunturales, contando con 4 años para modificar medidas cuestionables. Ej.: Daniel Reposo al frente de la PGN, o la dilación de una emergencia económica que resulta favorable y nació durante el cavallismo, o salarios gravados con ganancias, o la decisión de un candidato a la CGT, o un artículo del Proyecto de YPF que data de 2001, o un Consejo de la Magistratura sin consenso social en sus medidas, pero que permite mantener el Poder momentáneo y en amplitud y proteger a un funcionario propio en una encrucijada judicial. O una Coparticipación Federal que no se permitirá modificar. En cada caso, el Contrato social se rompe. Peor aún, hay Costos Políticos que ya no preocupan. Se trata de un poder en plena dinámica de avidez.
-Sectores decisivos para el país, se distancian, sin ser opositores, evitando el conflicto, no aportan salvo económica y financieramente debido a que continúan siendo viables, aunque no compartan “actitudes del gobierno”. Aquí juega el arrastre económico que quedó de ciclos anteriores y que sin contrato social hoy se observa con preocupación y en silencio. Pero donde al mismo tiempo tienen la responsabilidad de cientos o miles de empleos que no pueden poner en juego por coyunturas políticas. Se trata de responsabilidades mayores.
– No toda la responsabilidad es del 54%, el Contrato Social se rompe ante la ausencia opositora y partidaria del 46% restante. Sin partidos, queda allanado el camino para Gobierno/Estado. Los Partidos sucumbieron antes allanando el camino a Un Poder en soledad que corre hoy los límites del Contrato o los modifica.
Lo más importante, hay una contención de todo el sistema, dentro de un perímetro inapreciable; La Democracia. Que me habilita a un disenso que el 54% no me permite, pero que al mismo tiempo me otorga nuevas elecciones dentro de un marco y un plazo, donde podré intentar revertir y reconstruir el Contrato Social. Si no lo consigo, y aquí vamos, es porque una política de consumo, pudo más que el Contrato Social. No olvidemos que La Democracia me ampara, pero más ampara al Poder, quien al ser tal, la usufructúa mejor. Y que durante años desde la dialéctica pura y académica, hasta lo popular universal se ha dicho que el hombre debe tener con qué vivir; hoy lo tiene en una mayor medida, ganado o prestado y no va a renunciar a eso. Y ese mismo hombre es un elector. El resto lo corona una propaganda infundada, pero hay quienes creen en ella. El desafío es tratar de desplazar éste poder, conservando el consumo, o analizar que en algún momento, la inflación, acabará con él. Pero nadie lo desea de esta manera, y por otra parte, el Poder, tiene resto.
Entonces la Economía, no lo Macro, sino lo Micro, me exige replantearme mi contrato social, porque si el consumismo gana las urnas, mi contrato estará equivocado al menos en sus premisas básicas; No vota lo Macro, es cierto que el modelo trata de sostenerse por lo Macro, pero vota lo Micro. O deberé replantearme los alcances de una Democracia a partir de sistemas permisivos entre los cuales, la corrupción no es tan importante. Todo un síntoma que nos obliga a ver el mundo desde otro lugar. A aceptarlo o rechazarlo, pero sin poder movernos de ese nuevo lugar durante un tiempo.
Como sea, y más allá de un resultados electoral, lo que queda de contrato social, continúa manteniendo viva la Democracia. El riesgo para el Poder es la caída del consumo y el incremento en tarifas e impuestos, luego de descuidar políticas Energéticas que pueden socavar sus cimientos en el mediano plazo, de modo tal que se devoren los salarios. Increíblemente, estos factores definen una elección, y el Contrato social puede vivir cuadripléjico a partir de esto, no de la libertad, no de lo institucional, no por las normativas y leyes más de una vez quebradas. Lo que ha cambiado es la evolución de las formas de concebir la política. Pasa por las necesidades, no por las creencias. Donde hay más espectadores del día a día, que Ciudadanos con responsabilidad cívica.
¿Debo luchar por el Contrato Social o debo permitir que lo elimine la Democracia consumista sin otros fines mayores? ¿Es el contrato social el elemento más importante de la democracia junto a la libertad, o las modernas democracias unipersonales y Delegativas aceptan desviaciones genéricas imposibles de corregir? ¿Cuál es el rol de los partidos como representatividad y desde que lugares? ¿Alguna vez lo fueron? Del que se Vayan Todos, al poder unívoco ¿que ganamos y que perdimos? ¿Deciden las urnas una verdadera democracia, o es lo que más se le parecen? ¿Cuál es el rol del periodismo?
Sinteticemos estas preguntas en una sola respuesta:
Es precisamente mi contrato social el que me impide utilizar los mismos mecanismos del poder, porque mi premisa son los límites, es decir, que la Democracia debe prevalecer, aun tolerando desviaciones dentro. Posición que no puedo negar, pero que al mismo tiempo, ayuda al Poder.
Y quien se hace de la caja del consumo, puede permitirse la permanencia a riesgo de cualquier catástrofe institucional.
Digamos entonces, que no hay evidencia de la existencia del Contrato Social en varios países de la Sudamérica de hoy, incluyéndonos. Lo paradójico, es que en la mayoría de ellos, sus Pobrezas no han descendido tanto, y en algunos casos han crecido, como sus Desigualdades. Esta paradoja, me ata más al contrato social y me deja la esperanza del surrealismo con el que el Poder Gobierna, lo que se traduce en la verdadera falta de inversión social, esa que no pasa por el bolsillo actual del consumo solamente, y de cantidad de promesas incumplidas, sino por las escuelas y las infraestructuras del futuro, y de desarrollos sustentables, ausentes hoy como antes.
Incluso, y en virtud del Contrato Social o lo que quede de él, estamos ante los deberes y los derechos que me obligan y obligan al estado y Gobiernos, exigiéndonos más a ambos en lo con-vivencial. De lo que se deduce que debe entenderse mi crítica como un aporte fundamental independientemente que le guste al Poder o no. Si el poder no renuncia a sus métodos, yo no renunciaré a mi construcción crítica. Cuando el Gobierno no acepte preguntas, y maneje solo imposiciones, fortalecerá su desapego hacia el Contrato, desconociéndolo, y desconociendo al menos, la mitad de la sociedad. Avanzamos a tropezones, señores, sin Pacto Social alguno.
Habrá que distinguir Oposición, de Civilidad Crítica, aunque sin muchas esperanzas. Es difícil salir hacia adelante sin Contrato Social, y sin Debate. Lo que falta en Argentina es el Debate. Y mientras los Gobiernos aunque mencionen el término, inhabiliten con diferentes estrategias los Debates, como Gobiernos, permanecerán. No me refiero aquí a debates mediáticos, sino a profundos y verdaderos debates sociales y políticos. El Debate impide además la aparición de nuevos líderes, y esto impide que la oposición nominal se convierta en electoral. Si no se producen es porque la Dirigencia no está preparada, ni quien manda, ni quien obedece, ni quien acepta irremediablemente.
YAYO HOURMILOUGUE.
LA5PATA
**Más todavía, el sistema admite intelectuales considerables y de gran de valía en algunos casos que refrendan y refundan cualquier supuesto nuevo proyecto popular, con notables perspectivas dialécticas, mientras el resto del país agota realidades que ellos desconocen o enfocan desde lugares parciales, aunque notables. En teoría, sustentan un contrato social al mismo tiempo que ayudan a eliminarlo. Creen y cobran, o no creen y cobran. Sus lógicas teóricas hasta parecen irrefutables, muñidos de un bienestar que antes, en los 90, desconocieron. Y este parece ser mas de una vez, el argumento propulsor central. Olvidan que muchos que no apoyamos los 90, tampoco podemos aceptar situaciones de esta etapa. Pero más allá de esta alta calificación intelectual en algunos de ellos, no dejan de trabajar para un Poder desde perspectivas sesgadas, diferenciándose además y como gráficos, de lo grosero de programas televisivos montados en la misma dirección. Los gráficos son en algunos casos para agudos lectores exigentes, compartamos o no lo que escriban y en qué casos, mientras la televisión despliega programas que apuntan a mantener caudales netamente electorales de mediano plazo en una re-construcción diaria y para ellos costosa de sostener en cada fundamentación, repitiéndose hasta el sinfín. Son diques para mantener, que ni siquiera exigen crecimiento y autonomía de criterio al receptor, imponiendo sobre él un manejo de edición burdo, intencional y direccionado para convencerlos que el país está mejor, siendo que los que están mejores, son ellos. En televisión, la Edición suplanta la fundamentación. El discurso gráfico del poder es más maduro, el televisivo es colosalmente dis-tractivo. Entre uno y otro, hay una comunicación que bien vista, como Poder no terminan de definir. Allí, su ausencia real de proyecto. O de visión de país a futuro.