Rastros, o 61 Versos. (La 5 Pata Para Su Sección Literaria)

 RASTROS o 61 Versos.

Caín y Abel; la piedra, y la primera campaña política.

Las primeras tablas de arcilla escritas en Babilonia.

El yeso vivo de Renoir en el rostro muerto de Modigliani.

Las agujas lentas del reloj si giraran a la izquierda.

La tinta verde de Neruda en redonda letra llena.

Machado, su catre y su patio de sombras Moreras.

Las puntas de las llamas del fuego si buscaran la tierra.

La virtud agónica del piano si evadiera las manos.

Las costas olvidadas de los inviernos del atlántico.

La Pobreza y la Indigencia, de la presunción ajena.

Las Emociones, de la Hermandad de Intolerantes.

Lo heredado, lo mestizado, lo olvidado; su rescate.

El primer desfile del Faraón, el último Comunismo.

 El viento a pleno en la memoria de rostros vacilantes.

Pirámides o Estepas heladas, matando por principios.

El escaño de política limpia, y los suris que vuelan.

Las vestidas desnudeces engañando al despojo.

El campo solo, y las semillas que el paisano aprieta.

Quienes juran cada recuerdo sobre tumbas yuyeras.

Las incurables marcas de los golpes y las penitencias.

El semen espeso y silencioso de cada monasterio.

El mar inmóvil, sin crestas blancas, sin ballenas.

La tierra girando por la fuerza de cada pisada.

El emprendedor que sigue cuando sangrando sangra.

Lo último que muriendo, Perón supo en su mirada.

La última espina extraviada de la corona de Cristo.

De las dos, la soga usada que no colgó a Mussolini.

Gandhi, y el tazón de barro con que dio agua al inglés.

La primera melodía de una garganta en la caverna.

El último sexo, el primero, y cada aroma pasajero.

Adán, Eva, y esa negación hasta los lechos lesbianos.

Ellas mintiendo por amor y ellos por provecho.

El viejo que recuerda la melena rubia entre sus piernas.

Los amantes, los amadores, los amados, los usados.

Los calambres troyanos en el vientre de madera.

Los Dioses impotentes, que los Romanos robaron.

Luis XVI en el espejo, la madrugada francesa de 1789.

El amor veloz de la traición en el crepúsculo.

O el amor de palabra, sin el cuerpo y sin las yemas.

El rugido del alma, cuando te sacude como bestia.

El vivir sin elegirlo, o el matar por inocencia.

Creer que la suerte no es esa pieza que has movido.

El ser quien eres, cuando pudiste ser tantas cosas.

Los zapatos del croto, que llegó con la carta de Crotto.

El escritorio sobre el que el juez, no firmó la condena.

La voz final al teléfono cuando ya no nos veremos.

El milímetro cirujano del bisturí en la emergencia.

El chapoteo del río, cuando jugabas a quien eras.

La mirada crecida de tu padre, después de los setenta.

El viaje más largo, que te llevó o te trajo más cerca.

Cualquier olor humano, después de la miseria.

Los perros en las noches de ciudades desiertas.

El primer sol en la madurez de la uva transparente.

El cuerpo apretado de ella antes de mudar la inocencia.

La bayoneta del primer soldado en las trincheras.

Guerras que sin serlo, crearon más que muchas guerras.

La queja de la tierra abriendo la vagina en un tsunami.

La primera huella lunar, y una bandera global y forastera.

Rastros que dejamos sin saberlo. Relámpagos. Fragores.

El pasar que queda, en cada macho, en cada hembra.

Viviendo como inmortales sin conciencia, y a sabiendas.

YAYO HOURMILOUGUE.

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Autor entrada: Editor

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