En el capítulo referido a biocombustibles, el texto indica que “se entiende por biocombustible al bioetanol, al biodiésel y a cualquier otro biocombustible líquido que cumpla los requisitos de calidad que establezca la autoridad de aplicación y cuyo origen sea agropecuario, agroindustrial y/o provenga de desechos orgánicos y/o plásticos”.
La versión del proyecto oficialista presentada antes de la realización del plenario no contenía la referencia a los “plásticos” y no fueron pocos los que se preguntaron cómo ese concepto llegó finalmente ahí.
Adicionalmente, el agregado de última hora generó desconcierto: en la mayor parte del mundo los biocombustibles son elaborados en base a materias primas orgánicas: aceites vegetales, grasas animales y desechos de diferentes orígenes. Pero, ¿plástico?
Existe en EE.UU. una patente (US20120261247A1) registrada por la empresa Cynar Plastics Recycling Limited que asegura que es factible transformar desechos plásticos –incluso no reciclables por la industria tradicional– en combustibles.
“El material plástico se funde y luego se piroliza en una atmósfera libre de oxígeno para proporcionar gases de pirólisis, los cuales se ponen en contacto con placas en un recipiente para que algunos componentes del gas de cadena larga se condensen y vuelvan a pirolizarse para lograr la degradación térmica”, asegura el empresa.
“Los componentes del gas de cadena corta salen del recipiente en forma gaseosa y proceden a destilarse para proporcionar uno o más productos combustibles según especificaciones”, añade.
Como los plásticos provienen de un hidrocarburo de origen fósil, el procedimiento, en teoría, permite descomponer el desecho para reconvertirlo en un producto equivalente al petróleo, sobre la base del cual luego se elaboran combustibles. Aunque se tratase de un procedimiento técnicamente factible, los costos del mismo seguramente resultan muy poco competitivos respecto de aquellos que emplean fuentes orgánicas.