– El pentacampeón mundial argentino se puso al volante del Alfa Romeo Alfetta, un monoplaza que cosechó 10 victorias, 10 pole positions, 13 vueltas rápidas, 21 podios y 4 dobletes en 13 Grandes Premios de Fórmula 1.
– Desarrollado inicialmente, a iniciativa de Enzo Ferrari, por el ingeniero Goacchino Colombo en 1937 para competir en la modalidad de voiturettes, el Alfetta salió de sus escondrijos en la Posguerra imponiéndose en varios Grand Prix, dando los primeros pasos para convertirse en una leyenda de la F1.
Corría el año 1951. En el circuito de Pedralbes de Barcelona, Juan Manuel Fangio cruzaba la meta del primer Gran Premio de España de Fórmula 1, superando a su compatriota José Froilán González y conquistando su primer Campeonato del Mundo de la especialidad, en dura pugna con los Ferrari. Una proeza con la que empezaba su leyenda y que logró a los mandos de un automóvil no menos mítico: el Alfetta 159 de la escudería Alfa Romeo.
Este bólido, que con sus versiones 158 y 159 impuso su ley en los dos primeros Mundiales de F1, no tendría que haber estado ahí. De hecho, fue desarrollado entre 1937 y 1938 pensando en las carreras de “voiturettes”, una modalidad comparable a la actual Formula 2. Para disputar los Grand Prix ya estaban los Alfa Romeo Tipo 308, 312 y 316, que encarnaban tres formas de entender el Reglamento.
Sin embargo, el Alfetta de 1938 era una joya de la tecnología. El motor de 8 cilindros en línea con compresor de una etapa y carburador de tres cuerpos fue diseñado por Gioacchino Colombo, jefe del departamento de diseño, que ansiaba un motor potente, con una aceleración instantánea y absolutamente fiable. Un doble árbol de levas en cabeza accionaba la distribución. El uso de aleaciones ligeras, como la de magnesio Elektron para el monobloque y el acero al cromo-níquel para el cigüeñal, permitió reducir el peso del motor a solo 165 kg. El cambio se montaba en la parte trasera, formando un bloque con el diferencial. Es el famoso esquema «transaxle», que ocupaba menos espacio y proporcionaba una distribución óptima del peso entre los dos ejes: una solución que la marca usó más tarde también en los vehículos de producción en serie.
La Segunda Guerra Mundial rompió el hilo de la investigación y detuvo la evolución de los automóviles Alfa Romeo, pero las soluciones técnicas previstas por el proyecto fueron lo suficientemente sofisticadas como para ser válidas en el periodo de la posguerra y, en algunos casos, hasta el día de hoy.
Durante la contienda, los Alfa 158 estuvieron escondidos en garajes y graneros de la Italia rural, para evitar que las fuerzas de ocupación alemanas se los llevaran de la fábrica de Portello y terminaran cambiando su pintura roja por la plateada.
Poco tiempo después del final de la guerra, los Alfetta 158 se llevaron de vuelta a la fábrica de Portello, se restauraron y prepararon cuidadosamente para volver a competir. Y volvieron a ganar de inmediato… y en la categoría Gran Prix.
El Gran Premio de Gran Bretaña de Silverstone en 1950 fue la primera de las siete carreras que conformaron el primer Campeonato Mundial de Fórmula 1 de la FIA y los Alfetta 158 monopolizaron el podio. En esa primera temporada, el trío formado por Farina, Fangio y Fagioli venció en todos los Grandes Premios que disputaron, subiendo al podio en doce ocasiones y logrando cinco vueltas rápidas.
El 3 de septiembre de 1950, en el Gran Premio de Monza, Alfa Romeo probó las soluciones técnicas del Alfetta 159, desarrollado para que participara en el Campeonato del año siguiente. El nuevo Alfetta debutó con una victoria. Al volante estaba Nino Farina, quien se convirtió así en el primer Campeón del Mundo de Fórmula 1.
La combinación de velocidad, maniobrabilidad y fiabilidad del 158 lo convirtieron en el máximo exponente de la tecnología automovilística del momento. En el año de su nacimiento (1938), tenía un motor de 1,5 litros con un compresor de 185 caballos. Pocos años después de la guerra, el compresor se convirtió en doble etapa y el motor alcanzó los 275 CV y más tarde los 350 (a 8.600 rpm) en 1950. Gracias a su extrema ligereza, su relación peso/potencia era de solo 2 kg/CV, un dato que rivaliza con el de los superdeportivos actuales.
En 1951, después de 17 años de desarrollo, el extraordinario motor del Alfetta había alcanzado todo su potencial. Sin embargo, durante la temporada de F1, los técnicos lograron una vez más obtener potencia extra y alcanzar el hito de 450 CV. Gracias a este esfuerzo final (y a unos pilotos de extraordinario talento), el 159 triunfó en los GP de Suiza, Bélgica, Francia y España, con once podios y vuelta rápida en las siete carreras disputadas, cerrando con broche de oro una trayectoria de leyenda.
**