Por Graciela Russo*
El coronavirus, tanto en la Argentina como en el resto del mundo, no se presentó sólo como sinónimo de enfermedad, incertidumbre y en muchos caso muerte, sino que además trajo de la mano una crisis económica a nivel global que dejará como saldo un importante número de desocupados y mucha gente por debajo de la línea de la pobreza.
Planteado de esta manera, si queremos como país marcarnos un futuro prospero no nos quedará otra cosa más que agudizar todos los sentidos para que el post coronavirus nos encuentre más activos que nunca. Es que frente a grandes desafíos, sólo nos quedan grandes respuestas.
Todavía no tenemos una fecha cierta respecto a cuándo comenzaremos a transitar el camino que nos llevará hacia una vida lo más parecida a la que teníamos antes de que se instalara la pandemia, provocada por el coronavirus, pero de algo sí estamos seguros y es que ese mismo día nos enfrentaremos a una de las peores crisis que deberemos pasar como sociedad.
En la nota anterior: «Post coronavirus: la hora de los emprendedores» me interrogué si esta pandemia no le habrá abierto el camino a muchas personas desde lo individual para, de esta manera, salir de la encrucijada que los había instalado el parate económico. Y ahora me hago la misma pregunta pero desde lo institucional, desde ese feedback necesario que debe existir entre gobierno y sociedad para que el desarrollo de un país sea sustentable en el tiempo.
Porque tal vez haya llegado el momento de agudizar nuestros sentidos, y dejar de desaprovechar todas y cada una de la posibilidades que nos brinda este vasto y rico país. Si es verdad que cuando una puerta se cierra se abre un universo entero, porque no dejar que el Covid19 se convierta en ese agente movilizador que nos haga despertar definitivamente de este letargo que nos viene impidiendo años tras año desarrollar en su máxima expresión cada una de las tantas economías regionales ubicadas a lo largo y ancho de la Argentina. Estoy hablando de esas riquezas que sólo están ahí esperando que como nación decidamos explotarlas.
Ahora bien, a qué me estoy refiriendo. Enumerar todas las oportunidades que nos brinda la geografía Argentina con sus recursos naturales demandaría casi la realización de un libro más que de un artículo. Porque aunque ustedes no lo crean son muchos. Y están ahí, esperando por nosotros.
Para comenzar, y a modo de ejemplo, podemos hablar de la industria pesquera. Y en particular de la pesca de la merluza. Es una especie que habita en el mar desde las proximidades de Cabo Frío, en Brasil, a los 22° de latitud Sur, hasta el sur de Argentina a los 55° de latitud Sur, aproximadamente a la altura de Tierra del Fuego. Y si bien puede vivir a profundidades comprendidas entre 50 y 500 m es más frecuente encontrarla a los 200 m. Puede reproducirse a lo largo de casi todo el año, pero presenta dos períodos más intensivos: el invernal (mayo-julio) en la zona norte de su distribución (35º38ºS) y el estival (octubre-marzo) en la zona costera norpatagónica.
Con estos datos queda demostrado que nuestra costa sobre el Atlántico es una gran fábrica sin chimenea, pero en contraposición tiene casi una incidencia marginal sobre el nivel de empleo para nuestra gente. Y esto se debe a que la pesca en el Atlántico Sur se realiza sin control y ello implica, la extracción de un millón de toneladas anuales de recursos pesqueros por parte de buques extranjeros. Según un artículo publicado en 2019 en el portal InfoSur, ello significa la pérdida anual aproximada de unos 2 mil millones de dólares anuales, equivalentes a unos 14 mil millones de dólares en el comercio final y la pérdida de unos 50 mil empleos en favor del sector pesquero argentino.
Bueno, ahora somos nosotros los que vamos a necesitar de esa mano de obra. Parece hasta natural lo que estoy diciendo, pero no lo es tanto. O por lo menos dejó de serlo desde hace algún tiempo. Para tener una idea de la relevancia de la merluza en nuestra economía sólo basta con decir que representó la tercera parte de los recursos pesqueros que nuestro país exportó a lo largo de 2007: en total, algo más de quinientas mil toneladas (entre peces, crustáceos y moluscos) por un valor superior a los mil millones de dólares.
Como país tenemos que dejar de mirar hacia otro lado. Por lo menos en este rubro, en el pesquero, por ahora debemos recuperar el espacio perdido, que junto a la soberanía marítima la tenemos casi librada a su suerte. Hacerlo, nos permitiría volver a poner en funcionamiento el importante desarrollo industrial de nuestra plataforma marítima. Nunca debieran olvidar que el peronismo guarda en su génesis la cultura nacional y popular a través del trabajo, la solidaridad y la justicia social.
Ojala que esta suerte de «biopolitica» que estamos viviendo, término desarrollado por el filósofo francés Michel Foucault, no nos aleje de nuestro camino de crecimiento y desarrollo. Y quien les dice, quizas cuando nos reencontremos seamos otros…tal vez mucho mejores.
*Graciela Russo, es periodista y parte del equipo de comunicación del MPA.
Movimiento Productivo Argentino
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