En nuestro país tenemos muy buenos intendentes. Que realmente piensan en sus ciudades, en sus pueblos. Y la historia nos da cuenta de otro tipo de intendentes, que tienen concejales que se manejan con testaferros para adueñarse de los registros de automotores privados que dejan fortunas, lo mismo que con obras públicas de infraestructura. Son mafias. Mi interés no es enemistarme más, con aquellos crsiti-kirchneristas que han abandonado nuestra relación, ni con el macrismo actual.
Si hay una grieta, está dentro de cada uno.
El error es creer que Cristina representa la bondad, la izquierda, el progresismo. Lo creen importantes sectores de interés que han hecho sus negocios alguna vez. Y lo hace un número nada menor de gente, porque simplemente cree en Cristina. Se trata de credibilidad social. Pero en verdad Cristina no es eso, no es Progresismo, lo demostró mientras gobernó. Uno respeta hoy a algunos de sus seguidores. Seguidores cercanos que acaso con ella hicieron plata, o seguidores lejanos que con ella estuvieron mejor; por una unión simbiótica con la potencial candidata, lo que insisto, debe ser respetado. Pero su gestión pasa por el centro de una situación que nos liga a un fenómeno económico global que nos benefició como país mientras la Señora gobernó y que como Poder desaprovecharon para todos, antes que por cualquier otra explicación valedera. Al territorio nacional ingreso plata, mucha, como pocas veces. La ideología, antes que cada verdad, y un discurso direccionado, propaganda mediante, hicieron el resto. El Fanatismo lo profundizó. El odio al macrismo leído como “Derecha”, terminó de refundarlo. Y le cuesta a cada obsesivo ciudadano politizado recuperar la objetividad ante hechos ocurridos, y dineros públicos desaparecidos. Desvíos e ilegalidades. Evidencias irrebatibles de una descomposición como pocas.
Si hacemos memoria, ningún gobierno en la República Argentina representó cambios sociales de escala, salvo Hipólito Irigoyen y Perón, independientemente de seguidores y opositores. Luego de eso, la sociedad se dividió más que nunca. Socialmente pudimos haber avanzado muchísimo más sin algunos gobierno que supimos elegir. Terminamos en una Dictadura como pocas en la historia de la Humanidad, con la violencia y el horror conocidos. Con desunión y muertes. Los llamados revolucionarios de los 70 no nos hicieron ningún favor. Y la represión de Estado generalizada, fue peor. Ambos ignoraron, Democracia y País.
Llegó el oxígeno de Raúl Alfonsín y un intento de Social Democracia que aún nos quedaba grande. Cristina Fernández de Kirchner Representa la enajenación, lo oculto, el dinero público no explicado, y Macri, es una consecuencia de esa situación. Llega a la presidencia por ser quien representó a muchos que querían lo opuesto a lo vivido. No hubo muchas más opciones. La diferencia porcentual de la última elección nacional, mínima, lo explica en sí misma. Por eso la política actual intenta correrse de lo anterior, toma distancia entre odios y amores, es light, pero aun así, no deja de decepcionar en aspectos cruciales, donde las negociaciones de grupos de interés están a la orden del día. Si Cristina deja tras su Gobierno una Asociación Ilícita en los estrados de una Justicia lenta e ineficiente, el Macrismo comienza con un Gobierno de Nepotismo donde tantos nombres familiares nos marean con el inevitable peso de negocios parentales insospechados de muchos de sus funcionarios actuales.
Y nos sucede que al argentino le resulta difícil creer. Se trata de una gran Defraudación histórica, que viene de lejos. De muy lejos.
Cristina razona que solo con evitar las Paso con Randazzo puede transitar la alegoría del perdón público, o la escapatoria, cuando en realidad debería existir una definición rápida de la Justicia para eso. Aunque tampoco deberían ser estos Jueces, sino Magistrados que demuestren imparcialidad, que no carguen con archivos propios más que conocidos. Y el Macrismo se convence que todavía le queda oxígeno para cambios que desde la ética conceptual política aún pueden enmendar, direccionar, hacerlos valer en los hechos. Y si bien hubo medidas positivas, el discurso y muchas medidas tomadas en 15 meses también traen desaliento, sobre todo desde algunos de sus funcionarios. Al menos han logrado buscándolo o no, una Vidal en lo central del territorio electoral, y una gran inversión provincial y nacional en infraestructura que se contrapone a los fatídicos resultados Cristinistas y Sciolistas. Es hasta ahora el mayor valor positivo, pero recién podrá comprobarse con el tiempo. Falta la Educación y falta Infraestructura Penitenciaria, y se nos sigue muriendo gente por violencia callejera. Y aun no hay trabajo suficiente pese a la afirmación del Gobierno a contramano del propio Indec, o Institutos prestigiosos.
Las manzanas chilenas son más baratas que las nacionales. Ni con Cristina ni con Macri, nuestros frutihorticultores han tenido descanso alguno, sino desesperanza. Lo mismo que la leche y centenares de productos nacionales. Hay quien pide un dólar más alto, solo para que le permitan competir, pero hay que tener cuidado, el solo pensarlo mueve otras estructuras sociales perjudicándolas. Nadie ha puesto la cara tampoco por miles de periodistas sin laburo, cuyos responsables mayores fueron buenos amigos de aquel y éste gobierno, en lugar de estar presos, como López, Szpolski, Garfunkel y compañía.
Y hay un crédito, un cheque en blanco que mucha gente le concede al actual gobierno, y que excede por ahora cada resultado, posiblemente, “con tal de no regresar a lo anterior”.
Muchos intendentes responden que Cristina va a salvar al Peronismo. Curioso, no dicen que va a salvar al país. Entonces Guillermo Moreno saca pecho y quiere medirse con Randazzo, también lo hará Mario Ishii, mientras Luis D’Elía se enoja porque asegura que Fernando Espinoza desde el Justicialismo lo aparta de Cristina. Se reparten escudos y colores. Se trata solo de las aspiraciones de ellos. En ningún lugar está el país.
Existe una idea difícil de evitar, generalizada, extendida en un altísimo porcentaje de Ciudadanos, y es que quien elige hacer política lo hace culturalmente y desde sus comienzos buscando poder y dinero. No pasa por ellos la idea de mejorar la sociedad, de conseguir un mejor país, salvo en el idealismo de las primeras etapas, hasta que el sistema los succiona contaminándolos, haciéndolos suyos. Es lo mismo que decir, “que un político no piensa en los demás”, o que solo “Piensa en sí mismos y en sus cercanos”. Triste, pero salvo nuestros próceres, en estas últimas 4, talvez 6 generaciones, la realidad refunda esa teoría. Teoría que se capitaliza en cada calle y se traslada a cada hijo. La gente pese a sus grandes diferencias cree más en la gente, en sus pares humanos con defectos y virtudes, en la capacidad de asociarse para un bien común, antes que en los Gobiernos que elige, incluso desde el mismo momento en que se vota, se abandona la urna cargado de escepticismo.
Quienes ya han comenzado sus anticipadas Campañas, deberían saberlo.
Lo que buscamos no existe, tenemos que construirlo.
Yayo Hourmilougue
LAQUINTAPATA