Nos queda la esperanza del tiempo, y de la paciencia. Una paciencia social y política. Un estimulo nuestro y no precisamente del poder, hacia la Reconstrucción.
Escuchamos de la Presidenta, ayer, cosas como “Nosotros nos quedamos con el canto, con la alegría, a ellos les dejamos el silencio, porque no tienen nada que decir o porque no pueden decir lo que piensan”. (…) “… el odio enferma las cabezas, las almas y los corazones. Quieren que nos enojemos y no nos vamos a enojar.”
Y tras escucharla, persiste en cada uno de nosotros la sensación de la impunidad ajena, y antigua. En cada uno de los que no somos rehenes ideológicos o rentados, y que insistimos en no acostumbrarnos a lo que hiere y destruye. De quienes no hemos negociado con la corrupción, sino que la hemos padecido, y hemos tomado la decisión de denunciarla abiertamente desde hace años.
Quien es “Sospechosa” en una causa donde se la cita, no puede referirse ni insinuar en esos términos el silencio de una marcha de los Fiscales, en una democracia donde es Presidenta, estemos de acuerdo o no con la marcha. Es una voraz insinuación desde el odio. Sin dudas. Algo que la ideología o el interés no captan, o disimulan bien. Pero que la razón y la libertad rechazan.
Lo menos que uno esperaba desde la muerte de Nisman, es el silencio presidencial, y la intención y la actitud de someterse a la justicia como alguien más. Sucede que el “odio que enferma las cabezas, las almas y los corazones”, lo sigue evitando. Y continuará haciéndolo, excedida y desmadrada de poder. La esperanza y la paciencia, nos evocan una justicia que deberá hacerse cargo de estos temas, después de diciembre de 2015. Esa es la esperanza. Esa es la Razón.
Yayo H.
LA5PATA