Los cacerolazos de Recoleta, Barrio Norte, Belgrano y Palermo no deben leerse sólo como una manifestación económicamente pudiente. Se trata de una clara exhortación, una amonestación a lo que viene sucediendo. Se trata de un sector social ante el fastidio primero, y si se quiere, contra una medida dudosamente des-dolarizante, después.
Pero como otros que no cacerolearon, es un sector herido ante las manifestaciones de un senador nacional que colmó el vaso.
El enojo real que leo en las redes sociales y que no se manifiesta en golpeteos metálicos, y que comienzo a escuchar de mucha gente en lo cotidiano, en las calles, en reuniones personales, en comerciantes, en profesionales, y en muchos universitarios, sí va siendo real, y va tomando una dimensión que es para analizar con cuidado. Porque allí vive, la semilla de la desconfianza, que el Gobierno no ha repensado con la responsabilidad que debería.
¿Qué gobierno progresista, o que inaugure un nuevo modelo repite recetas de fracaso conocidas, como inflación, subas impositivas, regular a mala administración de recursos, poca inversión real en infraestructura (comprobable al menos), y como técnica final y recordada, invasión hacia los derechos individuales, sin descuidar cada empobrecimiento provincial? Me pregunto ¿además del discurso uninominal, que otra diferencia existe en los hechos? ¿Un dólar retrasado? Si, también un dólar retrasado, que no es la base del problema, la base es un complejo de normas desfiguradas de verdad cuando no lo son, y en el fondo, la inflación.
Hoy la sociedad comienza a visualizar, aun quienes están de acuerdo con cierto tipo de asistencia social, que existen dentro del contexto de discursos progresistas Planes Sociales que son necesarios, y otros, absolutamente inmorales y sin destino comprobable. Y que salen del mismo bolsillo pesado de quienes aportan, a quienes se les descuentan supuestas ganancias y sin que se construya hasta ahora la calidad laboral necesaria, ni cultura alguna que respalde ese crédito social en la mayoría de los destinatarios. Es decir, la pretensión de una justicia social llega de vuelta como injusticia demandante y con razones sobradas, impactando desde y donde se esperaba, en las tres capas horizontales de la Clase Media. Que no son poca cosa, nada más y nada menos que el sostén de la economía del país.
Un Poder que incrementa impuestos, que no reconoce la inflación, que ha derrochado la mejor etapa de todas, que no tiene exactitud para cubrir las instancias previsibles de los dos próximos años, que comienza a administrar imperialmente la intimidad de todos luego de haber echado mano al erario público agotándolo más de una vez, llegado a este punto, rebosa, satura. Más aun cuando cada exposición vertical se apoya y ampara en quienes acompañan esta dinámica, mientras se alejan cada vez de lo vincular con la sociedad en grandes porcentajes. Una sociedad que retrocede, descree y se aleja ante tanta evidente corrupción, lo mismo que de manifestaciones de funcionarios que faltan el respeto intelectual a muchos, sin explicaciones convincentes.
O sea, estamos, aunque cada Funcionario no lo asuma, ante una verdadera inmoralidad, dólar acorralado de por medio, mientras quienes ejecutan la decisión fueron los primeros en adquirirlos, y no se les mueve una pestaña. Menudo síntoma de distanciamiento al que se llega, cuando la suma del poder no permite ver donde está situado cada uno de ellos, donde casi casi, lo espacial se confunde en un yoísmo que decide por todos y al mismo tiempo es acusador de las diferencias más palpables en tanto no se esté de acuerdo.
Sumemos el enojo arbitrario del Senador ante la consulta de sus dólares, y la pretensión del mismo, y vayamos al meollo del caso; No se trata de que un senador haya tomado “vivarachol”, como la Presidenta inquirió para que la siempre misma tribuna ría, sino que se trata que todos, incluyendo a la Señora Presidenta, deberían explicarse, o al menos ser los primeros en cambiar “sus dólares tan detestados que impiden nuestra liberación”, por la poderosa moneda en que habrá de convertirse el peso argentino según los mismos actores, tras un período de tan inestimable progresismo. Con el agregado de otro funcionario que sale a desmentir cualquier posible pesificación contra un diario un día después, mientras los controles continúan, sobre todo de AFIP, a quien no le cabe competencia en el tema.
La ética es la construcción política que nos está faltando y que ningún dólar puede comprar. Deberían saber que en Argentina nunca hubo una revolución por Ideología, sino que siempre fue por plata. Y que ninguna cacerola tronó jamás por partidismo, sino por dinero, el mismo que ellos ante la vista de todos, hoy acumulan.
Estoy en esa edad donde uno no se pelea con un gobierno por ideología, tema tan antiguo en una aldea global, donde nuevos paradigmas transitan el mundo pero no pasan por estos terruños, porque va quedando claro que el gobierno que mas echa mano a la ideología es quien más la contradice. Ni peleo por plata, porque uno no la tiene y ellos sí, ni tengo esa edad ni ahora ni nunca, donde se anda corriendo humillado detrás del poder para que un burócrata de turno reconozca o no, en uno, lo que por derecho propio tiene ganado, su independencia de criterio para opinar con libertad. No todos los periodistas respondemos al estímulo de arrodillarse como ha quedado claro en tantos. Y del otro lado, tampoco me presto a mal emular a Tato Bores, un grande, porque tampoco pasa por ahí el meridiano de solución alguna.
Estoy de acuerdo con valorar nuestro peso, pero antes debieron defenderlo bajando la inflación, no privando de derechos consagrados a cada ciudadano con un corral financiero encubierto. Otra vez, se equivocan. Una vez más, se equivocaron. La diferencia es que cuando me equivoco, me hago cargo, cuando se equivocan, todos pagamos.
La medida macro de cerrar las importaciones porque los números luego de gastos colosales no cerraban, puede llegar a comprenderse desde una mirada política que va desde afuera hacia adentro sin importar costos individuales, porque en definitiva es lo que hicieron ante la evidencia, ante números que no cerraban. Que no cierran. Volveremos a pagar la fiesta de unos pocos. Pero al parecer esto les asegura adaptabilidad para avanzar en cualquier idea que vulnere derechos que no les pertenezcan aunque lleguen de las urnas, amparados por la defensa costosa por cierto, de políticos corporativos que fracasaron en etapas anteriores y hoy parecen paladines de la justicia, con dólares propios.
Deberían decir, sincerar; “Señores, ¿sigo tocando reservas y perdemos más en poco tiempo para seguir manteniendo el tipo de cambio virtual, e ir conteniendo una devaluación, porque la plata no alcanza para todos y lo que se pudo evitar desde el gobierno no se evitó? ¿O no echo mano a las reservas, y corro el riesgo de frenar la economía del país? ¿Qué prefieren?”
Eso, al menos, sería sinceramiento.
Aristóteles llamó Metriopatía al equilibrio entre las pasiones extremas. Un equilibrio que ya hemos perdido. Aunque hay algo peor que una mala aplicación política. Y es la Hipocresía y su Praxis. No me disgusta tanto la medida tomada, como la hipocresía que no se asume.
Forrado en dólares, cualquiera tiene el valor de enfrentar un nuevo mundo. Los paradigmas que no llegan por creatividad y sinceramientos, llegan forzados por plata y poder. Entonces ¿Son paradigmas? No lo son, porque tarde o temprano volveremos al punto del que hace años partimos. Otra cosa que el dinero no compra, es la credibilidad cuando se la pierde.
La pregunta es ¿hasta dónde la Democracia nos asegura un mínimo bienestar colectivo en tanto deciden por mí, lo que no deben decidir por mi? Acumular Poder no es sinónimo de gobernar bien.
Algo, indefendiblemente, se hunde de a poco en lo patético de una irrepresentatividad manifiesta que como democracia no podemos negar. Nos sucede hacia donde miremos.
Esta Argentina, no está teniendo piedad de sí misma.
YAYO HOURMILOUGUE
LA 5 PATA.