Opinión:El Derrumbe- Yayo Hourmilougue

El Grupo Inversor financia la Obra luego de varias reuniones directivas, y termina contratando al CEO de la Empresa Constructora, quien a su vez ordena el inicio del trabajo a sus empleados si tienen planta propia y un manejo In Home, o contrata un Estudio de Arquitectura, terciarizando el trabajo, Estudio que a su vez se pone en contacto con Contratistas de Obras para las primeras excavaciones y posteriores replanteos en el lugar, al tiempo que va buscando a los mejores lozistas para el llenado de cimientos para cuando el pozo quede finalizado, en medio, habrá presupuestos de encofradores, corralones, cemento, arena, piedra, hierros, fletes, trompos, y antes, desmonte de tierra con camiones a los que habrá que cubicar bien, porque sino los números no cierran. Todo o al menos la mayor parte de estas actividades serán supervisadas por un Arquitecto que se da una vuelta por el lugar cada tanto mientras ensaya sobre un plano reformas que irán apareciendo y proponiéndolas a sus superiores o a quienes en definitiva pagan.

El primero con el último jamás se cruzan. En la obra conviven el arquitecto, alguna vez un ingeniero quien desarrolla su faena en su estudio, y lo hacen en tal caso en  forma irregular ya que por lo general tienen más de una obra para atender, y las visitan como médicos. Ajustan cada detalle cuando se dan una vuelta por ahí, incluidos costos con el encargado del lugar, quien ordena a su vez a los subcontratados, la tropa, y discute sus números con ellos. El encargado puede tener titulo, o simplemente experiencia.

El contratista  que al mismo tiempo puede ser el encargado o no, empleará maquinas excavadoras después de diferentes presupuestos, a no ser que ya se maneje siempre con la misma gente que se dedica a desmontar terrenos, o aceptará a quienes envíe el arquitecto, quien antes peleo los números a muerte. La cadena exige que a cada quien le quede su ganancia, y mientras más quede, mejor.

El hábito, la rutina, o como querramos llamarlo, indica que los cimientos de esos edificios medianeros al lugar donde trabajan, pocas veces se mueven. Es raro que ocurra, aunque ocurre.

El trabajo, de por sí, obliga a que culturalmente importe poco el patrimonio, o el rescate histórico, ya que mientras más se demuela para sumar propiedades horizontales, con más ingresos contaran. Es un negocio todavía, que no observa a la Ciudad como conjunto, sino a cada obra como un trabajo individual. Salvo contadísimas excepciones, así califica la óptica del profesional privado tanto como del público, y mientras mas volumen ganancial exista, mas se alejaran del concepto urbanístico general, pese a los avances en la profesión, los que hay que reconocer, sin duda alguna, en cuanto a diseños, y mejoras estructurales de todo tipo.

Todo marcha bien, hasta que la obviedad entra a funcionar sin que la llamen, el peso de la estructura, removida su base, obedece a la ley de gravedad, y esto aniquila la confianza de semejante cadena comercial, quienes pasaran la responsabilidad de unos a otros, cuando la mole se precipite inexorablemente. Si el edificio era viejo, debieron tener el cuidado que solo los mejores profesionales anticipan, ya que nunca se desmonta hasta las medianeras, sino del centro del terreno hacia afuera, al tiempo que se va llenado con concreto y hierros, para impedir la movilidad topográfica.

Esto en cuanto a la burocracia cultural de un género laboral, el de la construcción, y a leyes físicas que no puede desafiarse gratuitamente.

En lo político, además de hacerse cargo el Estado Porteño de la vivienda de cada perjudicado, Macri ya debió haber enviado a la justicia, él mismo, a más de un director de las áreas en cuestión, u ordenado sumarios, sea de la  Sub Secretaria de Planeamiento, o de la Dirección Gubernamental de Control, o de la  Dirección General de Fiscalización y Control de Obras, según lo que solicita más de una ONG barrial. Aunque debería tener un ejército de inspectores en la Ciudad, si esto no se puede, entonces, al menos se debe delegar en gente responsable.

Pero antes, pongamos algo en claro; No es impericia, solamente. Tampoco se trata sólo de  irresponsabilidad. Ni siquiera política, para que ahora Macristas y Antimacristas se deshilachen la ropa. Es un problema más complejo que concierne a todos. Es donde “la fuerza de gravedad se lleva puesto al negocio y a la política, haciendo de ello lo que son a veces, una misma cosa”.

El desinterés en el otro se convierte en la dejadez de cada uno. La ineptitud y la burocracia argentina, Pública y Privada hacen el resto cuando el capital las elige y seduce, con el agregado del des acostumbramiento de cuidar el patrimonio histórico, lo que echa cimientos para componer un cuadro, o mejor dicho completar una  obra, que paradójicamente se derrumba.

A quienes hacían el trabajo, jamás les importó esa enorme medianera de 10 pisos, que tenían delante, y mucho menos la gente que vivía detrás de ella. Y ese, es el principal problema que tenemos los argentinos.

No se derrumba un edificio, ni una pared, se derrumba al Vecino. Porque antes se ha derrumbado lo que llevamos dentro. Y eso es lo primero que tenemos que desterrar de cada joven que hoy decide una profesión.

¿Ustedes que tienen? El Capital

¿Y Ustedes? Las herramientas, la maquinaria pesada.

¿Y Ustedes? El conocimiento.

¿Y Ustedes? El control y la regulación.

Entonces les está faltando la voluntad de entregar lo mejor.

YAYO HOURMILOUGUE.

LA 5PATA

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Autor entrada: Editor

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