Los disparos dan estremecimientos, siempre. Estallidos paralizantes.
El estampido penetra por el sentido que el hombre ha ido perdiendo, para predisponer en su adaptación otro de sus sentidos, la vista, desde hace siglos. Aun así, el hombre escucha más rápido de lo que ve. Salvo a la distancia, cuando lo alejan, o se aleja de las cosas.
Desde la distancia se ve al cazador levantar la línea de la escopeta y se observa inmediatamente la caída del ave, para que segundos después nos llegue el sonido del disparo. Resulta perturbador verlo.
Nos está sucediendo algo parecido. Nos alejamos de las situaciones, es como que queremos verlas de lejos aunque el estallido nos llegue igual, irremediablemente, un poco después.
El Gobierno pide justicia luego de permitir la profundización de un sindicalismo irrecuperable. Pide justicia justamente a aquellos con quienes negocia. Con quienes comparte actos masivos y que terciarizarán violencia contratando violentos para practicar lo que mejor hacen.
Después llega la industria del juicio para humanizar ante cámaras y micrófonos lo inhumanizante. A cada sospechoso, a lo más deplorable de la ruindad. Ese invento de mano de obra desocupada democrático.
Es como que queremos ver de lejos, lo que de alguna u otra manera nos alcanzará siempre. Hiriéndonos en lo peor.
La culpa es de algunos. Las responsabilidades de unos cuantos. La vergüenza, de todos. Se puede redimir la muerte, la hipocresía nunca.
Somos La Quinta Pata.
YAYO HOURMILOUGUE.