Así, la muerte
no es la muerte.
Sino un espejo diferente,
al que vernos
por primera vez.
Es el reencuentro
con un visitante
que llega a mi casa,
regresando desde
otros caminos,
luego de aquél día,
en que partió
de mi propio cuerpo,
sin despedidas,
hace el mismo tiempo,
que los años
que tengo.