Hace algunos años, supe de él.
Lo presentía.
Sabía de su fuerte presencia.
Mucho me habían transmitido
de sus ojos gatunos.
de sus silencios. Su implacable
sed destructiva. Venía antes de mí,
en la prosapia de los genes.
Por las noches revivía.
Pero ante los soles, soportaba
la luz.
Lo supe hace años.
El otro me perseguía.
El otro me persigue.
Está atento.
Ama lo que de mi desprecian.
Lo sé. Desde aquel momento,
en que deduje que copió mis
gestos.
Me espía desde mi sombra.
Tras el sonido de las cortinas,
me espía.
Odia a la mujer que amo.
Quiere poseerla. Esta allí
cuando acaricio, cuando consumo
el acto.
Odia mi trabajo, y quiere
sobre los deshechos de estos
paramos,
hacer de los jueces,
ejércitos de esclavos.
Esconde las monedas,
cuando un chico se aproxima hambriento.
¿Pero quién me juzgará
si lo mato?
Para eso conservo la daga.
¿Con que puñal habrá de
acabarme, si yo callo?
Me persigue enfundado
en la noche.
Y viaja, lo que yo viajo.
No puedo descuidarme.
Es cuando irrumpe en mis
sueños.
Allí veo su rostro
reflejándome en los espejos.
Rodeado de altas bibliotecas
que todo saben de mi,
pero que poco dicen. Lee para
entenderme. Para encontrarme.
Y a encontrarnos me obligan,
sobre deshechos de ciudades
donde la ira y la furia te saludan.
Cientos de noches lo he buscado.
Sobre empedrados humeantes
donde las ratas se devoran unas
a otras.
Armado, lo busco sin atajos,
sin religiosidad , sin misericordia.
Despojado de miedos,
despojo humano soy. Lo sigo.
Vivo, quizás muerto.
Da igual seguir que terminar.
Hasta que nos encontramos donde
los soles luchan por atravesar la niebla.
Allí donde hace siglos los virtuosos
derrotados, se desparramaron huyendo,
y los árboles perdieron sus hojas.
Donde pereció la ultima higuera.
Mas allá llego.
Entre laberintos de piedras
y luces movedizas de velas .Su imagen
ahora me resulta parecida.
Allí alzo el puñal, forma parte
de mi, lo traigo desde la memoria
primera.
Sus ojos felinos brillan
y nos atacamos sin compasión.
Alzo el puñal en ese momento
en que unos pocos Dioses guían
mi mano.
Entonces siento la hoja penetrar
imperturbable. Luego de herirlo.
Retrocedo.
Me espanto.
Esta caído y suelto la daga enrojecida.
Tomando su costado sangriento
ríe. Se levanta despacio. Ya vertical,
flota unos centímetros. Entonces
comprendo.
¡ Cuidado, dice sonriendo, si me matas,
no despiertas, y no despierto!