La decadencia nos ha robado este porvenir. Y recuperarlo es el objetivo.
La elección parlamentaria nos pone frente al desafío de no permitir que nuestra Constitución sea letra muerta. Para lograr este propósito voy a declinar la posibilidad de ser candidata en los próximos comicios. Estoy segura de que -para esa elección- no soy imprescindible, ya que contamos con excelentes candidatos en todo el país. Igualmente segura de que la mía debe ser otra tarea: la de colaborar, desde la conducción de mi partido, en la construcción del futuro, y no disputando un cargo en la Legislatura.
Yo decido no ser candidata para potenciar mi responsabilidad y mi compromiso político. Para hacer mío, con más libertad y fuerza, el afianzamiento de la esperanza de una sociedad que quiere salir, de una buena vez, del populismo y trabajar para superar la pobreza, la inflación, la corrupción, el delito como forma de gobierno, la sumisión de la Ley a la perversión del poder, la destrucción de la cultura del esfuerzo, la mediocridad actual de la educación.
Por eso apuesto al 2023. Apuesto a llegar a cada hogar de nuestra Argentina y llevar una propuesta innovadora, que abracen con entusiasmo millones de ciudadanos, hartos y agobiados por lo que nos pasa como país.
Quiero que, de norte a sur y de este a oeste de nuestra nación, se sepan escuchados. Quiero que sepan que la política, tal como la entiendo y la ejerzo, sabe cómo representarlos. Quiero desafiar las voces del desaliento, el pesimismo y la propuesta de quienes creen que el país puede salir del pantano en el que estamos con las mismas mañas del poder que nos trajeron hasta aquí.
Yo les planteo a mis conciudadanos el desafío ético y práctico de que me acompañen hacia un cambio que los represente. A ser Cambiemos de verdad y no “Sigamos”. Quiero que sepan que procedo como lo hago porque he sabido escuchar el dolor y la exigencia cívica impostergable de miles y miles de argentinos que se hacen oír a diario, para decirle a la dirigencia política que se niegan a negociar con el delito para llegar a donde sueñan.
Esta causa es mía pero no es para mí. Dejar la apetencia de un cargo para seguir escuchando a cada ciudadano, esté donde esté, va a ser mi forma de demostrar que estoy convencida de que la construcción de una transformación fundamental se realiza también con renunciamientos. Éste es el mío.
Segundo. Quiero presentar y perfeccionar junto a ustedes un programa de gobierno que sea una bisagra en la historia argentina. Que termine con la destrucción de la economía privada y logre potenciar las iniciativas, multiplicar empresas y proyectos que llenen de oportunidades al país y a cada uno de sus habitantes. Un programa que se desprenda de un sistema asistencial que estanca a millones en la miseria y lo reemplace por un sistema que promueva el trabajo, que permita que cada ciudadano sienta que su vida tiene sentido y que su futuro no es durar, sino crecer, y dejar de marchar toda la vida para lograr que algún funcionario -al que no cabe sino calificar como demagogo- le dé un plan social a cambio de que renuncie a la dignidad de un proyecto de vida para él y sus hijos.
Quiero que los políticos y los sindicalistas vivamos de nuestro sueldo y cuidemos el dinero de cada argentino. Que pongamos fin a la corrupción y dejemos de resignarnos a la idea de que ella siempre existió y, por ende, siempre existirá.
Quiero que nos rebelemos contra esta mentira que, a fuerza de ser repetida, pasa por ser una verdad.
Quiero que cualquier ciudadano pueda llegar a ser funcionario del Estado, si así lo desea. Y no que sólo acceda a un cargo en él mediante la recomendación de algún político; que sólo el mérito sea la vara. Que el sueldo no sea para pagar impuestos y que los impuestos no ahoguen la producción. Que los sindicatos no destruyan el empleo y que, finalmente, den oportunidades a quien trabaja. Que las leyes existan para proteger al ciudadano y no para amparar a los delincuentes. Que no dé lo mismo cumplir la ley que no hacerlo. Que la vida valga, porque es algo sagrado, y que no se vea amenazada en cada esquina. Que la Justicia comprenda al ciudadano y no le dé la espalda a la Ley. Que nos animemos a destruir las mafias que quieren terminar con nosotros; las burocracias que quieren paralizarnos en la esterilidad; la narcopolítica, que nos convierte en esclavos; la acumulación del poder en provincias que redactan constituciones y promueven regímenes electorales que feudalizan los estados federales.
Frente a esta degradación de los valores republicanos y a la intención perversa de que vivamos sometidos a un modelo de poder asentado en un partido único, donde la política se convierte en una corporación indiferente a la sociedad, mi decisión hoy es poner mi convicción, mi fuerza y mi preparación intelectual para llenar la Argentina de proyectos de vida, de unicornios, de profesionales con trabajo, de negocios con clientes, de movimiento turístico, de jóvenes emprendedores decididos a permanecer en nuestro país, de iniciativas creadoras en minería, en agropecuaria, en industria. Es indispensable poblar a la Nación de servicios, de nuevas tecnologías, de escuelas sin días perdidos y con una dinámica pedagógica innovadora en la que abunden las ideas y que provea herramientas para que el conocimiento y la libertad sean sinónimos. Para lograr, en fin, que tantas y tantas ideas y sueños se conviertan en realidad y afiancen nuestra democracia. Quiero, con mi renuncia, acercarme a la ciudadanía desde donde siento que puedo hacerlo con más profundidad y contribuir a mejorar la calidad de nuestra convivencia solidaria. Nuestro Estado debe dejar de ser un martirio para los argentinos -ese socio parasitario que es hoy, el sepulcro de sus expectativas- para convertirse de una vez por todas en su aliado.
En definitiva, no renuncio ni renunciaré, en la medida de mis fuerzas, a conducir el país hacia ese horizonte en el que cada argentino pueda ver cumplidos sus sueños.